sábado, 8 de octubre de 2011

Cinéma Vérité

-Me mudaré a otro sitio, me iré de esta ciudad, pero ahora es de
mí mismo de donde me quiero escapar.- Cantaba Xavier al tiempo que el humo del hachís le desmembraba y humedecía sus labios con un trago de whisky barato.

-¿Sabes una cosa? Hay días que sueño ser un ave que revolotea y surca los cielos libremente y es tan real que, al despertar, ignoro si he soñado ser un ave o soy un ave soñando ser yo, ¿Por qué no puedo sólo salir volando de aquí?

-¿Y yo que sé? ¡Baja la voz! ¡Nos van a escuchar!-

-Sí, ya lo sé, pero es que paso el tiempo pensando poder ser libre, siempre he soñado gritar al mundo lo que pienso y lo que siento, poder gritar lo que soy. No sé, supongo que es porque siempre me he sentido diferente, y sé que lo soy, pero ¿Qué gano con eso?-

-Déjate ya de tonterías, tú sabes bien lo que les pasa a los que piensan como tú, así que guarda silencio y pon tus ojos en el televisor.-

-¡No! Ya estoy cansado de esto, estoy cansado de trabajar ocho, nueve o diez horas diarias, venir a casa y beber hasta la ceguera. Y es que cuando me veo al espejo comprendo que pudo ser otra mi vida, no sé, tal vez la de un músico famoso o ¡un cineasta! Siempre me gustó el cine, de hecho cuando joven pasaba horas y horas viendo a Buñuel, Fellini, Welles, Bergman ¡siempre quise ser como Bergman!, pero en cambio, ¿Qué ves cuando me ves? El rostro de un hombre marcado por una vida de mierda.-

-¿Te digo qué veo al mirarte? Veo a un soñador, una máquina de quejidos que no para, no eres un ave, no eres Bergman, eres Xavier, ¡un pobre diablo llamado Xavier! ¡Un don nadie! Eso es lo que eres. ¡Deja de hablar estupideces de una puta vez y ponte a ver el televisor que nos escucharán!-

-¿Por qué? ¿Por qué siempre tienes que ser así? ¿Acaso no puedes por una vez en tu vida apoyarme?-

-Tranquilízate Xavier, ¿No te das cuenta? Este es mi trabajo, mi razón de vivir. Yo te absuelvo de cometer estupideces. Pero, por favor, ¡cállate ya!

Y entonces, como un vendaval, el rojo telón se abrió; cuatro cuerdas atravesaron las extremidades de Xavier y lo suspendían en el centro del escenario, él era la estrella, el actor principal. Se escuchaba a una multitud enloquecida; una multitud que reía cínica y arremetía insultos contra Xavier.

–Danza, danza sin cesar, ¿En dónde ha quedado tu libertad? Todos son marionetas que danzan a mi voluntad.- Entonaba en las alturas el gran titiritero, el ojo en el cielo; un ser gigantesco, atroz y despiadado. Sonaron tambores por aquí, instrumentos de viento por allá; el público lo sabía, se acercaba el desenlace, observaban de pie, como si no hubiesen visto espectáculo similar. Con una crueldad descomunal el titiritero se abalanzó sobre el cuello de Xavier estrujándolo con las cuerdas hasta arrancar de él todo rastro de vida, las risas de la multitud eran latigazos que golpeaban los oídos de Xavier mientras la vida le abandonaba.

Sobre el frío suelo del escenario yacía el cuerpo inerte de Xavier, lucía bajo el cobijo de un altar de rosas que el público con júbilo arrojaba. De pronto, y para sorpresa de la multitud conmovida hasta las lágrimas, del pecho de Xavier un pequeño y jovial gorrión asomó su cabeza por entre las rosas; mirando a su alrededor dubitativo dio unos cuantos pasitos con recelo y, cuando se sintió listo, desplegó sus alas y echó a volar.


No hay comentarios: